martes, 14 de enero de 2014

Los corresponsales fijos



La profesión de corresponsal ha cambiado mucho a lo largo de los años, consecuencia de la globalización y de la crisis económica que azota el sector.

Nuestro compañero Miguel Ángel Martínez explica, poniendo por ejemplo tres corresponsales de medios de nuestro país de distintas épocas recientes, los cambios que ha experimentado el trabajo de corresponsal.




El corresponsal fijo en una ciudad extranjera es el periodista que el medio destina a un determinado país para obtener una información completa, y en muchos casos exclusiva, de lo que allí pueda suceder. Este periodista que actúa como corresponsal debe conocer perfectamente todos los elementos políticos, culturales y económicos del país en el que va a trabajar para poder interpretar correctamente las informaciones que allí se producen. Además, debe esforzarse por ofrecer crónicas que contengan informaciones exclusivas o enfoques propios no facilitados por las agencias de noticias u otros medios de comunicación.


Las crónicas del enviado especial tratan de cumplir las mismas funciones descritas para los corresponsales, pero en este caso se trata de periodistas que el medio envía temporalmente para cubrir determinada información que se está produciendo, o que se presume que en breve se pueda producir, en una zona geográfica específica. Los enviados especiales cuentan con la desventaja, frente a los corresponsales fijos, de que necesitan conocer con rapidez las circunstancias de ese entorno, en muchos casos desconocido hasta entonces, para poder informar con eficacia.

Sin embargo, en los últimos años, la profesión de corresponsal ha experimentado variaciones.
“El periodista destacado en un lugar sabe lo que ve, mientras que el jefe, que está en Madrid, tiene la información de varias fuentes. Al final, el periodista, en vez de llevar a cabo sus investigaciones, se dedica a confirmar lo que el jefe le pide desde la redacción. El sentido del trabajo ha cambiado mucho”. Ryszard Kapuscinski.


Hay tres tipos de corresponsales: aquellos a quienes la empresa les paga toda la logística, incluida la casa; los que disponen de un contrato, pero de carácter local, y que, por tanto, tienen que pagarse la logística doméstica; y los que no tienen ningún tipo de contrato y cobran a tanto la pieza.

El modelo de los corresponsales de plantilla está en vías de desaparición porque, evidentemente, es un lujo para las tesorerías de las redacciones.
En el mundo globalizado, parapetado en su periodismo ciudadano, es difícil hacer ver la importancia de un corresponsal cuando en 140 caracteres condesamos una noticia.

Sin embargo, la labor del corresponsal es imprescindible e insustituible. Eso sí, es necesario que exista un modelo en el que haya equilibrio de gastos entre la redacción y el periodista. Y en función de cada país, porque no se puede pagar lo mismo dado los diferentes costes de la vida en cada lugar.

Aún con todo, todavía quedan ejemplos de corresponsales a gastos pagados. Tomás Alcoverro (corresponsal de La Vanguardia desde Beirut) es uno de ellos: “Me siento francamente un privilegiado. Soy uno de los últimos que ha tenido una buena época como corresponsal. Ya no hay contratos como los de antes, sólo quedan precarios que trabajan a salto de mata”. Explica también, en contra de lo que se puede pensar, que ahora “hay veces que en los temas te aconsejan o te imponen. Entonces había una absoluta libertad de enviar lo que se creía que interesaba. En la actualidad cada vez se está más vinculado a una redacción central”. Da razones también de la dudosa continuidad de su profesión : “En primer lugar es la crisis económica de España que fuerza a cerrar los periódicos, por otro lado está el tema profesional. Antes éramos los ojos del periódicos, pero ahora una persona con un teléfono en la mano puede hacer de corresponsal”. Aunque, bajo su punto de vista, la figura del corresponsal sigue siendo necesaria: “La gente que compra el periódico ya sabe lo que ha pasado a través de Internet, Facebook, Twitter… pero el corresponsal sigue siendo la persona adecuada para contar lo que ocurre”.

David Jiménez, corresponsal de El Mundo en Asia, ofrece su visión acerca de su profesión: “El corresponsal es un inadaptado en su periódico. Muy pocos saben volver. Es difícil integrarse en la estructura de la redacción cuando te has pasado 10, 15 o 20 años fuera, más aún si lo has hecho cubriendo guerras, revueltas, desastres naturales…”. David Jiménez sigue perteneciendo al cada vez más reducido grupo de los corresponsales de plantilla. Un grupo al que la crisis arrastra hacia la extinción o hacia la degeneración de la especie: “Los periódicos no están seguros de querer tener corresponsales fijos, con todos los gastos pagados y de plantilla. Me parece una duda legítima en tiempos de crisis. Pero la alternativa no pueden ser colaboradores que hacen de corresponsales y a los que se pagan 70, 50 o 25 euros la crónica”.

La lenta extinción de los corresponsales coincide con la tradición española del poco interés por la información internacional. Un reflejo general de la crisis de personalidad que atraviesa el país. Una crisis que no se sabe leer sin el espejo de la información internacional.

Respecto al futuro de su profesión, David Jiménez tiene cierta esperanza siempre y cuando se produzcan modificaciones, sobretodo en Internet y en los periódicos digitales: “En el caso de los periódicos hemos acostumbrado a la gente a que la información que ofrecemos es gratis. Fue un gran error y está costando corregirlo, porque debes convencer a los lectores de que empiecen a pagar en Internet por lo que les estabas regalando. Al final volvemos a lo mismo: un periódico no puede tener corresponsales viajando por el mundo y no cobrar por lo que producen. Hay que volver al modelo de pago en Internet y que sobrevivan los mejores: los que no tengan un contenido por el que merezca la pena pagar desaparecerán”.

Sin embargo, parece que el periodismo no sea un estado de ánimo y pasando de la realidad, algunos se lanzan en busca de sus propios medios para trabajar como corresponsal o como enviado. Este es el caso de Ana Salvá. “Estamos invirtiendo nuestro dinero para intentar crear lo que nos gusta. Es un desperdicio trabajar en un medio en algo que no quieres”. En las redacciones se sentía en una jaula. Y es que para cumplir los sueños, no queda otra que salirse del raíl. “Tenemos que cambiar el chip todos, no sólo los periodistas”, explica Ana sobre la necesidad de “crearse una marca propia”. Sobre el futuro, afirma que “la profesión de corresponsal no se va a perder. Los periodistas van a ir financiando sus proyectos. Quizás el periódico no pague por ello, pero sí que lo hagan los lectores”.

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